El cambio climático parece a veces abrumador: incendios forestales, glaciares en retroceso, etc. Pero la adversidad también entraña oportunidades. Podemos invertir en empresas que sean parte de la solución, desde las de energías renovables a las de tecnología inteligente.
de los inversores internacionales manifiestan que van a poner el foco en el proceso de descarbonización de la renta variable global. Asimismo, la renta variable nacional, la deuda corporativa y los mercados privados también centrarán la descarbonización en los próximos dos años.
Alcanzar el objetivo de cero emisiones netas de carbono en 2050 exige descarbonizar a escala global. Su alcance ira de cambiar las centrales eléctricas de carbón por parques eólicos, a electrificar vehículos, dotar a todos los edificios de aislamiento y conseguir una agricultura más eficiente.
Eso producirá muchos ganadores, especialmente entre empresas que formen parte de las muchas soluciones tecnológicas al cambio climático. Las mismas pueden pertenecer a ámbitos como la infraestructura de energías renovables, los sistemas de captura de carbono y las técnicas de reciclaje.
En última instancia, significa pasar a una a economía circular que reduzca los procesos industriales que generan carbono.
Y también habrá perdedores: aquellas empresas que tarden demasiado en adaptarse en la próxima década a la necesidad de adoptar modelos de negocio bajos en carbono. Conforme la regulación se endurezca y los gustos de los consumidores cambien a favor de productos más favorables al clima, estas empresas acabarán siendo las empresas que siguen vendiendo caballos cuando el ferrocarril ha llegado.
Separar el grano de la paja es el trabajo de todo gestor de activos que se tome en serio su desempeño. Una de las formas de hacerlo consiste en medir en qué grado está descarbonizando su modelo de negocio una empresa, empleando parámetros que miden las emisiones de gases con efecto invernadero, la energía empleada en calefacción y los residuos producidos durante el proceso de producción.
Por ejemplo, muchos fabricantes de coches han anunciado su intención de tener una gama de modelos exclusivamente eléctricos en 2030, para evitar que sus negocios se queden obsoletos cuando los gobiernos acaben por prohibir la circulación de vehículos gasolina y diésel. Estos serán los ganadores, mientras que los inversores volverán la espalda a aquellos fabricantes que solo ofrezcan motores de combustión interna dentro de una década.
Un caso distinto es el de las aerolíneas. Las aeronaves con baterías eléctricas no son actualmente posibles, ya que el peso de la batería necesaria para generar la potencia de despegue sería tres veces el peso de un avión de reacción modernos. En su lugar, las aerolíneas están sustituyendo los modelos de cuatro motores por bimotores con mejor consumo de combustible, y muchas de ellas han anunciado planes para deshacerse de sus flotas del icónico jumbo cuatrimotor Boeing 747.
La situación también es distinta para las empresas energéticas, ya que el mundo seguirá dependiendo del petróleo y el gas durante muchos años. Eso significa que los ganadores del sector serán cada vez más las empresas con modelos de negocio en transición hacia la energía eólica y solar, preparadas para cuando el petróleo y el gas se agote o su venta ya no sea posible.
El compromiso de China de situarse en niveles neutrales de carbono para 2060 ha suscitado gran emoción y perplejidad entre los observadores. Lograr que el mayor emisor de CO2 del mundo alcance la neutralidad en 40 años no es tarea fácil, y va a tener consecuencias de gran calado. Pero los formidables retos que conlleva esta transición también traerán de la mano multitud de oportunidades de inversión.
China es, con mucho, el mayor emisor de carbono del mundo. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), actualmente el país es responsable de cerca del 30% de las emisiones de CO2 a escala mundial, frente al 15% de Estados Unidos y el 9% de la Unión Europea1
Se requerirá una inversión de dimensiones colosales para posibilitar esta transición, sobre todo en ámbitos como las energías renovables, la electrificación del transporte y la generación de energía nuclear.
Fuente: AIE. Emisiones de CO2 por quema de combustibles, en toneladas métricas.
La velocidad con que las emisiones de CO2 retomaron su senda de ascenso el año pasado, a pesar de los estragos causados por la pandemia de Covid-19, pone de manifiesto la disrupción que hace falta solamente para situar a nuestras economías en la trayectoria necesaria. Por ello, aunque las tendencias actuales de las emisiones de CO2 pueden no resultar muy reconfortantes, el reciente cambio de actitud en las altas esferas claramente merece una atención especial.
Situar las emisiones netas de carbono en nivel cero va a precisar de esfuerzos combinados en tres líneas. En primer lugar, un cambio en la composición del Producto Interior Bruto (PIB) del país, dejando en segundo plano las industrias que generan más carbono, como la producción industrial y la construcción, y apostando por actividades que emitan menos carbono, como los servicios. De hecho, la transición gradual de China hacia actividades no industriales comenzó hace más de una década.
En segundo lugar, un cambio en el mix energético del país, que deberá alejarse del carbón y el petróleo y orientarse a las energías renovables. A pesar de las considerables inversiones realizadas durante la última década en ámbitos como las energías hidroeléctrica, eólica y solar, la economía china sigue dependiendo mucho de los combustibles fósiles. Concretamente, China depende enormemente del carbón, que es posiblemente la fuente de energía más problemática en lo que se refiere a emisiones de carbono.
Por último, los planes de compensación de carbono también van a representar un papel decisivo. Incluso con la adopción de las medidas más radicales, es poco probable que se logre una descarbonización total si no se complementan con iniciativas de compensación. En este sentido, las técnicas de captura, utilización y almacenamiento de carbono (CUAC), así como la forestación y reforestación, probablemente serán elementos indispensables en la caja de herramientas del gobierno.
Alrededor del 90% de las emisiones de CO2 de China provienen de la producción de electricidad y calefacción, que representan la mitad de las emisiones totales, así como la industria y el transporte.2
Lógicamente, estas tres áreas serán las más afectadas por la transición, y en especial la producción de electricidad y calefacción.
Fuente: AIE. Emisiones de CO2 por quema de combustibles, en toneladas métricas.
Sin embargo, también existen diferencias importantes entre sectores. Por ejemplo, mientras que las emisiones de la industria tocaron techo ya hace casi una década, las resultantes de la generación de electricidad y calefacción, así como de los sectores relacionados con el transporte, todavía no lo han hecho. Pero hay signos de que la tendencia está cambiando lentamente. Por un lado, las inversiones en generación de energía a partir de carbón han disminuido pronunciadamente en los últimos años.
Por otro lado, evolucionar hacia un sector de transportes más sostenible también requerirá cambios drásticos, así como considerables inversiones. Entre ellas se encuentra el mayor aprovechamiento de las infraestructuras de transporte público, la intensificación del uso de vehículos eléctricos y una mejora más profunda de la eficiencia de los vehículos convencionales alimentados por combustibles fósiles.
Teniendo en cuenta los cambios que precisan la mayoría de los sectores para alcanzar la neutralidad en carbono, la cuestión clave para los inversores radica en identificar los principales riesgos a los que puedan estar expuestos y encontrar las oportunidades más atractivas. Se podría decir que las empresas más expuestas son las productoras de combustibles fósiles y, en particular, las grandes petroleras. Su actividad principal choca frontalmente con la descarbonización.
Pero muchas otras industrias también atravesarán dificultades si la transición no se gestiona bien, como sucede con los sectores petroquímico, el acero y el cemento. Por otro lado, las empresas capaces de contribuir a la transición probablemente se vean beneficiadas por la tendencia de descarbonización. En ciertos casos, los probables efectos de la descarbonización son de sobra conocidos, pero en otros, sus consecuencias siguen resultando difíciles de valorar en su totalidad.
Por ahora, observamos oportunidades en tres áreas principales. Se espera que las energías renovablesse hagan con el grueso de las inversiones. Pero también se prevé que los vehículos eléctricos estén entre los más beneficiados. Por último, es probable que las mejoras en las redes de energía y sus tecnologías de almacenamiento, al igual que la industria del hidrógeno, también capten una parte significativa de las inversiones totales.
Los recientes anuncios oficiales apuntan a un ambicioso y progresivo aumento de las energías renovables a lo largo de la próxima década. La previsión actual es que la representación de combustibles no fósiles entre las fuentes de energía primarias se sitúe en el 25% en 2030, cuando anteriormente el objetivo era del 20%3. Dado el agotamiento gradual del potencial hidroeléctrico y la deceleración de los nuevos proyectos de energía nuclear, estos objetivos implican un rápido incremento de las fuentes eólicas y solares.
Pekín también ha dejado claro que quiere seguir abriendo camino en el ámbito de los vehículos con energías alternativas (VEA), y ha aprobado recientemente un plan para esta industria. Según dicho plan, se espera que las ventas de VEA alcancen un 20% de las ventas totales de automóviles nuevos en 2025, lo que representa un aumento importante respecto del 5,4% registrado el año pasado4. Este objetivo para 2025 se sitúa por debajo del objetivo previamente establecido del 25%, ya que tiene en cuenta el fuerte bache de 2019 y 2020.
Por último, aunque las energías renovables van a representar el papel más decisivo de la transición hacia la neutralidad en carbono, también se necesitarán nuevas tecnologías de almacenamiento para afrontar los problemas de variabilidad intradía y estacional inherentes a la energía eólica y solar, así como para descarbonizar todo el conjunto de la economía, incluidos los sectores que más carbono generan, como la producción de acero y cemento.
Desde esta perspectiva, es probable que dos tecnologías complementarias –baterías e hidrógeno– desempeñen un papel clave dada su capacidad para convertir la electricidad en energía química y viceversa.
China ya es líder mundial en fabricación de baterías, puesto que cuenta con aproximadamente el 70% de la capacidad mundial5. A pesar del vacío vivido a principios de 2020, la producción supo recuperarse con bastante rapidez.
Por su parte, los avances en el ámbito del hidrógeno también se intensificarán en las próximas décadas. China Hydrogen Alliance, un grupo sectorial que representa al grueso de esta industria, estima que el hidrógeno podría representar hasta el 10% de la composición energética total de China en 2050, aunque actualmente se sitúa por debajo del 1%6.
1 Fuente: AIE. Según los niveles de emisiones de CO2 por la quema de combustibles en 2019.
2 Fuente: AIE. Según los niveles de emisiones de CO2 por la quema de combustibles en 2019.
3 Myllyvirta, L., 15 diciembre 2020, “Analysis: China’s new 2030 targets promise more low-carbon power than meets the eye”; artículo publicado en Carbon Brief.
4 Yu, C., 4 de noviembre de 2020, “High-quality growth of new energy vehicle sector prioritized”, artículo publicado en China Daily.
5 Gül, T., Fernandez Pales, A. y Paoli L., mayo de 2020, “Batteries and hydrogen technology: keys for a clean energy future”, AIE.
6 China Hydrogen Alliance, 2018, ‘White Paper on China Hydrogen and Fuel Cell Industry’, informe.
Después de una serie de prometedores inicios y prolongados parones que han abarcado al menos un siglo, el futuro del hidrógeno vuelve a brillar. El hidrógeno ofrece la esperanza de satisfacer las necesidades energéticas de la economía mundial sin generar para ello más contaminación.
Junto con las tendencias de producción de energías renovables y electrificación, el hidrógeno limpio (verde) formará parte esencial de la estrategia para descarbonizar los mercados de la energía y los sectores industriales, reducir el calentamiento global y luchar contra el cambio climático.
Las inversiones que ahora se realicen en las tecnologías e infraestructuras del hidrógeno son vitales para acelerar la transición energética y alcanzar el objetivo cero neto en 2050. En toda la cadena de suministro del hidrógeno existen interesantes oportunidades para reducir los costes de producción, aumentar el volumen de la misma, y acelerar la adopción y despliegue del hidrógeno dentro de cada sector y en el conjunto de la economía.
Aunque todavía incipiente, está previsto que la producción del hidrógeno crezca y marque un punto de inflexión, sobre todo en la reducción de la huella de carbono de muchas industrias con elevadas emisiones de carbono (como las de acero, vidrio, abonos y semiconductores), donde no es posible la electrificación. Además, su capacidad como portador de energía significa que puede almacenar y liberar los excedentes de energía renovable para su uso posterior en la red eléctrica, o por distintos sectores intensivos en energía. Puede emplearse para la calefacción de los edificios (sustituyendo el gas natural en la calefacción de edificios comerciales y residenciales) o a modo de componente básico (para sustituir a los combustibles fósiles como materia prima en la producción industrial de productos químicos y biocombustibles).
En el transporte, las tecnologías de célula de combustible de hidrógeno están consideradas como un medio eficaz de descarbonizar las flotas de transporte de larga distancia, incluidos camiones pesados, trenes, transporte de contenedores e incluso algunos tipos de avión.
La versatilidad del hidrógeno explica por qué se ha disparado el entusiasmo público y privado. Las grandes economías industrializadas de todo el mundo, como Japón, Corea del Sur, China, la UE o Australia, han diseñado estrategias del hidrógeno como parte de sus agentes de descarbonización. También se han anunciado proyectos de producción de gran envergadura en zonas menos industrializadas, como Chile u Oriente Medio, que quieren aprovecharse de la ventaja de ser pioneros.
Junto con los grandes gobiernos, las grandes empresas también quieren estar presentes, con el lanzamiento de más de 200 proyectos piloto que cubren toda la cadena de suministro del hidrógeno. En total, las inversiones privadas anunciadas ascenderán a 300.000 millones de dólares en 2030, y esa cifra excluye la financiación e incentivos públicos para impulsar aún más el desarrollo1. Como parte de su Pacto Verde y planes de recuperación del Covid, de aquí a 2050 la UE empleará 560.000 millones de dólares en la transición de sus economías a la energía del hidrógeno.
Las grandes energéticas tampoco quieren quedarse al margen. Las grandes petroleras se cubren en parte frente al declive del petróleo financiando proyectos de hidrógeno. Recientemente, Arabia Saudí anunció que prevé construir una central de hidrógeno de 5.000 millones de dólares cuya energía provendrá del abundante sol y viento del desierto2. Otros productores de petróleo, como Royal Dutch Shell, Equinor y PetroChina, están asimismo cambiando sus estrategias e inversiones futuras sobre la base de que pronto se materializará una economía basada en el hidrógeno3. Esa circunstancia no es sorprendente, ya que en todo el mundo el mercado potencial podría contarse por billones en 20504.
El hidrógeno es el elemento más abundante del universo, por lo que su suministro es prácticamente inagotable. Su molécula se encuentra tanto en el agua como en los combustibles fósiles. Aunque el hidrógeno abunda en la naturaleza, no por ello está fácilmente disponible.
En su estado natural suele estar combinado con otro compuesto, del que debe ser extraído. Cuando se obtiene de combustibles fósiles se denomina hidrógeno gris. El proceso es barato y eficiente (en parte por unos bajos precios del gas natural tradicionalmente bajos), pero también emite CO2 como producto derivado. El hidrógeno gris es con mucho la forma de hidrógeno más común de las que actualmente se producen.
El hidrógeno azul se fabrica de la misma forma que la variedad gris. Sin embargo, las emisiones de CO2 se capturan y retienen. El resultado es que las emisiones totales son menores.
Por el contrario, el hidrógeno verde se produce sin insumo de combustibles fósiles y sin generar emisiones. En su lugar, el hidrógeno se extrae del agua (H2O) con un electrolizador que emplea una corriente eléctrica para separar el hidrógeno (H2) de las moléculas de oxígeno (O). Si la electricidad procede de fuentes renovables, como la eólica o la solar, el hidrógeno producido está completamente libre de carbono.
Leyenda del gráfico: El hidrógeno (H2) se extrae del agua (H2O) por medio de la electrolisis para producir hidrógeno verde libre de carbono. En la actualidad, la variedad dominante en el sector es la gris, procedente de su extracción de gases naturales como el metano (CH4).
Fuente: Resources for the Future Report, diciembre de 2020
Como idea, el hidrógeno verde es atractivo, pero su producción es cara. Por tanto, los volúmenes de producción se han mantenido reducidos: menos del 4% de todo el hidrógeno producido es verde. Para aumentar el suministro de hidrógeno verde y reducir su precio hacen falta más electrolizadores y más energías renovables. Cálculos prudenciales apuntan a que harán falta entre cinco o diez años para que el coste del hidrógeno verde se equipare con el gris. La paridad podría alcanzarse en solo dos o tres años en algunas regiones donde las renovables son baratas.
En las últimas décadas se ha dado mucha publicidad a los vehículos con célula de combustible de hidrógeno como alternativa más limpia a los combustibles fósiles para el transporte de pasajeros y mercancías. Los gobiernos de Japón y Corea del Sur y especialmente los fabricantes de automóviles han invertido grandes sumas en I+D e infraestructuras para células de combustible. Pero para que las células de combustible sean un medio de transporte auténticamente con cero emisiones de carbono, el hidrógeno verde tiene que sustituir al gris tanto en la red como en el depósito de combustible. En otro caso, las emisiones del ciclo de vida útil de los vehículos con célula de combustible no son mucho mejores que las de los coches que funcionan con gasolina (a veces incluso peores).
El hidrógeno también plantea otros retos. Es difícil de almacenar transportar y distribuir tanto en forma líquida como gaseosa. Podrían emplearse los gaseoductos actuales, pero habría que modificarlos bastante para adaptarlos a las singulares características del hidrógeno. La liquefacción es otra posibilidad, pero consume demasiada energía y es ineficiente o costosa.
Hoy en día, las dificultades técnicas, los elevados costes de producción y las incertidumbres económicas frenan la oferta y consumo del hidrógeno verde. Habida cuenta de estos aspectos, existe todavía una considerable variedad de plazos para la implantación del hidrógeno. Su adopción puede llevar pocos años en el caso de algunas aplicaciones para las que la infraestructura ya existe en parte. Para otras podrían tardar más de una década.
Las estimaciones actuales se basan en hipótesis fijas. Pero como es habitual con muchas tecnologías, los avances pueden modificar drásticamente las variables y trayectorias de desarrollo. Además, en el caso del hidrógeno más que los avances tecnológico lo que importa es la voluntad política y la dinámica de inversión. El desarrollo del hidrógeno y los plazos previstos se acelerarán conforme aumente la presión regulatoria, se intensifiquen los incentivos de mercado y las economías de escala sean mayores.
Al final, el hidrógeno acabará por exhibir otra característica común a muchas tecnologías, las dificultades se superan y los plazos de desarrollo se reducen cuando la innovación y el ingenio se combinan con los incentivos adecuados.
1Hydrogen Insights: a perspective on hydrogen investment, market development, and cost competitiveness.” (Febrero de 2021). Consejo del Hidrógeno y McKinsey & Company.¿Está interesado en conocer el trasfondo de los distintos riesgos y oportunidades climáticos? No se pierda nuestra nueva serie de artículos, documentos de investigación, vídeos y webinars sobre esta cuestión esencial.
Como pioneros de la inversión sostenible, Robeco lleva proporcionado soluciones de sostenibilidad de vanguardia desde mediados de los 90, cuando el movimiento medioambiental empezó a ganar terreno. Nuestra dedicación a la creación de productos de inversión que puedan propiciar el cambio continúa hasta el presente.
Como pioneros de la inversión sostenible, Robeco lleva proporcionado soluciones de sostenibilidad de vanguardia desde mediados de los 90, cuando el movimiento medioambiental empezó a ganar terreno. Nuestra dedicación a la creación de productos de inversión que puedan propiciar el cambio continúa hasta el presente.
Nos detenemos ahora a rememorar las muchas primicias que Robeco ha protagonizado:
Todas estas actuaciones se atienen a políticas firmes, basadas en el compromiso de ayudar a combatir el cambio climático. En línea con el lanzamiento de las estrategias sobre el clima, Robeco también se comprometió a lograr para 2050 cero emisiones netas de gases efecto invernadero en todos los activos que gestiona.
De cara al futuro, seguiremos innovando, en especial en ámbitos como el cambio climático, los bonos verdes y los ODS.
Debido precisamente a estos problemas de almacenamiento y transporte, la mayor parte del hidrógeno gris que las eléctricas y la industria utilizan se suministra por los gaseoductos de gas natural existentes, que llevan el gas necesario para producir hidrógeno gris en plantas fijas in situ. Fuente del gráfico, Dentro de los VE, https://insideevs.com/news/326333/hydrogen-versus-electric-cars-video
Invertir en bonos para tratar de mantener el aumento de la temperatura global notablemente por debajo de 2°C.
El conjunto de nuevas medidas incluidas en el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles (SFAP) de la UE trata de promover la inversión sostenible en los 27 países del bloque. En concreto, se propone alcanzar los objetivos climáticos del Acuerdo de París y del Pacto Verde Europeo.
Parte del plan se concretará en nuevas normas, como el Reglamento de divulgación financiera sobre sostenibilidad (SFDR), que aclara qué son los fondos de inversión sostenibles, o el Reglamento de la taxonomía, conforme al cual los gestores de activos deben informar sobre su impacto (positivo o negativo).
El SFAP tiene tres objetivos principales. El primero consiste en reorientar los flujos de capital hacia la inversión sostenible, apartándolos de sectores como el de combustibles fósiles que contribuyen al calentamiento global. El segundo consiste en incorporar la sostenibilidad a la gestión de riesgos. Por último, trata de impulsar la transparencia y la planificación a largo plazo en la actividad económica y financiera.
El SFDR pretende conseguir que el perfil de sostenibilidad de los fondos sea más comparable y mejor comprendido por los inversores finales, fijando parámetros predefinidos de los atributos ASG empleados en el proceso inversor. Como su nombre indica, se hará mucho más hincapié en la divulgación, con nuevas normas que obliguen a identificar los impactos perjudiciales realizados por las empresas en que se invierte.
Robeco ha establecido un equipo de proyecto especializado con más de 40 personas, dedicado a integrar todos los aspectos del SFAP, que entrará en vigor escalonadamente. La primera fecha límite importante del 10 de marzo de 2021 para la clasificación de los fondos y las declaraciones de información obligatorias de los folletos de los fondos y el sito web pasó sin el menor contratiempo.
El SFAP fue inicialmente diseñado por la Comisión Europa en marzo de 2018, como repuesta a la emblemática firma en diciembre de 2015 del Acuerdo de París, así como, previamente en ese año, de la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que establece los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Igualmente, está en consonancia con el Pacto Verde europeo, cuyo objetivo es lograr la neutralidad de carbono en la UE para 2050.
El alcance de la normativa es amplio y, entre otros, se aplica a gestores de activos, fondos de pensiones y bancos y aseguradoras de la UE. Un elemento muy destacado y de mucha incidencia de la nueva normativa es la clasificación de los fondos y mandatos en tres categorías, que se contienen en los artículos 6, 8 y 9 del SFDR.
Alrededor del 95% de los fondos de Robeco están clasificados como o bien del artículo 8 (83%) o bien del artículo 9 (12%), con solo el 5% incluidos en el artículo 6. Los fondos del artículo 8 comprenden las gamas de estrategias Sustainability Inside y Sustainability Focused. Los fondos del artículo 9 corresponden a la gama Impact Investing y llevan la etiqueta RobecoSAM. Solo un pequeño número de fondos no hacen integración ASG, como los que utilizan deriados o cuentas de efectivo.
Fuente: Robeco, March 2021
Asimismo, el SFDR exigirá que los gestores de activos efectúen ‘declaraciones de impacto adverso’ exponiendo cómo tienen en cuenta los principales impactos de las empresas en las que invierten cuando toman sus decisiones de inversión. También deben exponer las medidas que adoptan para mitigar tales impactos adversos.
El control de las declaraciones se realizará con un sistema de 64 indicadores de impacto adverso, de los que 18 serán obligatorios y 46 voluntarios. Aunque las obligaciones concretas solo se han conocido recientemente, Robeco ha tomado medidas para garantizar que está preparada, por ejemplo, creando herramientas tipo de impacto adverso para evaluar el efecto de la normativa.
Otro elemento con mucha incidencia del SFAP es la propuesta de Reglamento de la Taxonomía de la UE, que armonizará lo que realmente se entiende por ‘actividades verdes’. La UE ha definido un criterio mínimo que las actividades económicas tienen que cumplir para tener la consideración de medioambientalmente sostenibles.
En resumen, dichas actividades tienen que hacer una contribución significativa a como mínimo uno de los seis objetivos medioambientales siguientes: mitigación y adaptación al cambio climático, protección de recursos marinos e hídricos, transición a una economía circular, evitar la contaminación y proteger o restaurar la biodiversidad y los ecosistemas.
Gilbert Van Hassel - CEO
El sector eléctrico está a la vanguardia del reto global de proporcionar energía asequible, fiable y baja en carbono para una creciente población, y de afrontar el cambio climático descarbonizando su flota de generación. También está listo para aprovechar la evolución de las tecnologías renovables de los últimos años, que ha permitido una rápida reducción del coste normalizado de la energía de las fuentes eólica y solar. En 2019, los abundantes flujos de capital financiero, las políticas progresistas y las tecnologías avanzadas hicieron posible los avances medioambientales, sobre todo en Europa. Sin embargo, a escala mundial queda mucho por hacer para luchar contra el cambio climático.
En 2019 y 2020, el Pacto Verde Europeo y el Plan del objetivo climático para 2030 supusieron un cambio acusado en las ambiciones de la UE sobre el clima. La crisis del Covid-19 ha acelerado aún más está política, ya que las iniciativas de descarbonización se emplearán para apoyar la recuperación económica. La Comisión Europea revisará toda la legislación energética y sobre el clima de la UE para el verano de 2021, con vistas a ajustarla al nuevo plan.
El sector eléctrico europeo es el segundo sector con mayor nivel de emisiones, medido por emisiones por capital, y le corresponden el 32% de las emisiones industriales de Alcance 1, según el análisis de Robeco de 424 empresas europeas de once sectores. El sector eléctrico emite 1 kg de gases de efecto invernadero por cada euro de ingresos y por cada 1,6 euros de valor de empresa. ¿Pueden las eléctricas europeas contribuir a reducir emisiones, aumentar los ingresos y la rentabilidad y mejorar sus valoraciones en la próxima década, liderando simultáneamente la transición energética global y sin ceder terreno ante las Big Oil?
Según la Agencia Internacional de la Energía, en 2030 la UE27 registrará un descenso de sus emisiones del 30% respecto a 1990 siguiendo las políticas adoptadas a mediados de 2020, mientras que su cuota mundial se habrá reducido más de la mitad hasta el 5,7%. El objetivo de descarbonización de la UE recientemente anunciado es ambicioso, y para 2030 pretende reducir en un 55% las emisiones de gases con efecto invernadero, y alcanzar las cero emisiones netas en 2050. Eso supone un importante aumento frente al objetivo anterior de una reducción de “como mínimo el 40%” en el mismo plazo de tiempo.
La UE utilizará distintos medios para lograr dicho objetivo, como aumentar el volumen de energías renovables, fomentar la eficiencia energética y ampliar y respaldar la fijación de precios al carbono. Esta nueva propuesta está en línea con el objetivo del Acuerdo de París de que el aumento de las temperaturas mundiales quede lejos de 2°C sobre el nivel preindustrial. El sector energético, representando principalmente por empresas eléctricas, es el que con diferencia se enfrenta a la trayectoria de descarbonización más empinada.
En 2020, al sector eléctrico europeo le fue relativamente bien, tras haber recuperado parte de la demanda energética perdida con la fuerte reducción de la primavera. De cara a 2021, los balances del sector están saneados, tiene bastante liquidez, sus rating crediticios son estables y los beneficios se recuperan. Eso es especialmente cierto en el caso de empresas donde las redes de transmisión y las renovables representan un porcentaje elevado, con nutridas oportunidades de inversión entre 2021 y 2023.
Las empresas eléctricas del sector energético se enfrentan a la trayectoria de descarbonización más empinada entre 2020 y 2030 (1990=100)
Fuente: Plan de la Comisión Europea 'Intensificar la ambición climática de Europa para 2030', sep. 2020; comentarios de Robeco.
Somos optimistas sobre las empresas eléctricas que mejoran la calidad de sus activos y reducen su estructura de costes, y que buscan la diversificación de forma activa y eficaz. Esto significa no solo abandonar las actividades de generación de energía nuclear y con combustibles fósiles a favor de las fuentes de energía renovables como la eólica y la solar, sino también invertir en redes de transmisión, tener estrategias de eficiencia energética en actividades de suministro, divulgar las emisiones de Alcance 1, 2 y 3 con unos objetivos de reducción de emisiones creíbles y diversificar geográficamente en mercados emergentes.
Somos optimistas sobre la calidad crediticia del sector. Las principales eléctricas han actualizado sus programas de inversión para priorizar las redes y las renovables, con unas previsiones de apalancamiento de deuda neta/EBITDA que se consideran asumibles.
Por lo que se refiere en concreto a las contribuciones a los ODS, nos centramos en emisores eléctricos cuyas actividades reflejen una contribución positiva al ODS 7 (energía limpia y asequible) y al ODS 13 (acción por el clima), discriminando entre determinados KPI positivos y negativos. Estos incluyen el peso de la generación nuclear/renovables en el mix energético, las ventas a mercados emergentes, los planes de expansión nuclear/térmicas y la dependencia del carbón en su actividad. Consideramos que, a largo plazo, las empresas que tengan estas características positivas tendrán un desempeño financiero más fiable y estable.